lunes, 15 de junio de 2009

EDITORIAL: "MARQUITO"

"MARQUITO"
Mí imagino lo que pudo haber sucedido. Así como en una época pretérita Eduardo Frei Ruiz-Tagle fue “Lalito” para los próceres fundadores de la DC, para los socialistas fue “Marquito”, hijo de un combativo y mítico Miguel Enríquez, adoptivo de Ominami - que proviene de las mismas filas revolucionarias de la izquierda extrema que su progenitor biológico -, y con un entorno político y familiar de larga data, el que, sin duda, era el personaje ideal que le acarrearía al PS agua hacia su molino. De ahí surgió el diputado, como han surgido muchos con cierta presencia nacional, aunque provenientes de otras áreas del acontecer que se suman al cineasta, como deportistas destacados, modelos, actores, cantantes y otros ajenos al devenir político, pero que contribuyen con un importante caudal de votos a las tiendas partidarias, aunque en el caso de estos últimos el mérito, si lo hay, es propio y no heredado. Luego, es fácil concluir que, principalmente, el apellido, ligado a un historial político familiar, es de vital trascendencia y un gran capital en época de elecciones, pese a que muy pocas veces las cualidades de los ancestros se traspasan genéticamente a los descendientes, como la historia lo ha podido comprobar, aunque no por ello deja de ser cierto que, deliberadamente y con propósitos electorales, se construyen verdaderas dinastías políticas en torno a emblemáticos apellidos, al margen de las cualidades y méritos personales de los legatarios.
Este fenómeno, si le pudiésemos llamar así, se aprecia con más nitidez en época de crisis, o en el umbral de un esperado cambio, que es cuando se vuelven los ojos al pasado en busca de una figura relevante que dé garantías o, en su ausencia, de alguien con un apellido que pueda encarnarla.
Y así fue que creo que el fenómeno, despectivamente llamado “Marquito” - surgido de la nada, creado por la Concertación, a partir de su remedo de primarias, y fortalecido, con la esperanza obtener jugosos beneficios políticos, por la cobertura que le han dado los medios de comunicación por compromiso - mesiánicamente se creyó el cuento de ser el llamado por el destino para poner fin a la manipulación política y económica de las oligarquías partidarias, y a capitalizar el descontento ciudadano hacia una clase política agotada, tímida, alejada de la gente, cuestionada por la sociedad y sin ideas renovadoras, y hacia un sistema perverso y excluyente que se derrumba, pero que las propias coaliciones contra toda lógica insisten en perpetuar.
El acopio creciente de preferencias electorales de Enríquez-Ominami, de transitorio y mediático amenaza con transformarse en definitivo si los medios de comunicación no se abren, en iguales condiciones, en un signo auténticamente democrático y constitucional, a todas las candidaturas presidenciales excluidas, hoy silenciadas a propósito para que la ciudadanía no conozca sus propuestas, única forma de poner freno a un fenómeno que, pese a su acertado y justificado oportunismo, no tiene sustento ideológico, tampoco una actitud coherente y menos una sólida consistencia política que garantice cambio y gobernabilidad.


El Editor





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