sábado, 6 de junio de 2009

EDITORIAL: COMANDOS DE CAMPAÑAS PRESIDENCIALES

COMANDOS DE CAMPAÑA

La empresa por alcanzar el solio presidencial como objetivo, evidentemente no es una guerra – definida ésta, en general, como un acto violento cuando han fallado las vías pacíficas de solución de un conflicto -, pero sí es un duro enfrentamiento de ideas y programas que, como tales, requieren de un comando que planifique la campaña, que desarrolle una estrategia, que la lleve a cabo organizada y coordinadamente, y que controle su eficaz ejecución, para lo cual necesita de una multiplicidad de asesores especializados en las diferentes áreas del devenir político, económico y social, evitando así caer en la improvisación, en la descoordinación, en la desinformación y en la incapacidad de difusión que preceden a la derrota, por muy buenas y justas que sean las ideas y las propuestas.
No se puede, tampoco; y sería un error de proporciones; ignorar los objetivos intermedios necesarios que pavimentan el camino para alcanzar el objetivo principal, como, por ejemplo, lograr la credibilidad del candidato mediante propuestas renovadoras que lo acerquen a las aspiraciones reales de la gente común, y otras que rompan el esquema tradicional y lo posicionen en el escenario político y en los medios de comunicación con proyectos, defendidos en algunos casos con intransigencia; como es el caso de los temas valóricos; que induzcan a la ciudadanía al debate, aunque el costo, en un sector, pueda ser aparentemente mayor que beneficio, pero que, el resultado se invierte, en cuanto a la imagen de credibilidad y seriedad que proyecta el candidato, si son principios los que defienden.
Los comandos de campaña son los verdaderos artífices del triunfo y, también, los responsables del fracaso, de ahí surge la necesidad de conformar los equipos con gente capacitada, de preferencia probada, y la obligatoriedad de reemplazar, inmediatamente, a los que muestren debilidad en su gestión.
Toda crítica, de la que los comandos sean objeto, debe ser responsablemente considerada, puesto que éstos están en permanente evolución y regresión, determinada, según sea el caso, por los índices de medición del proceso electoral.
En la actual campaña presidencial, a sólo seis meses de la elección, los comandos de las candidaturas que no anticipan un repunte en las mediciones públicas, salvo que sean candidaturas testimoniales o con ánimo negociador, deberían analizar su comisión para detectar posibles debilidades o errores, de tal forma de poder hacer las correcciones necesarias cuando aún queda tiempo para hacerlo.
No es posible olvidar que la actual ley electoral que nos rige, y que contribuye a fortalecer a las dos grandes coaliciones, sin importar el sustento ideológico, valórico y la comunión de intereses que tengan los partidos que las integran, en detrimento de las corrientes de opinión independientes de aquellas, se complementa, para fortalecer el factor de la exclusión, con el hecho de hacer coincidir la elección presidencial con las parlamentarias, ya que esto favorece, aparte del binominal, a los candidatos al parlamento de las coaliciones con aspiraciones presidenciales, que necesitan de un parlamento para gobernar. Vale decir que para los comandos de campaña, de las candidaturas presidenciales que representan nuevas opciones a la alternativa de la Alianza o de la Concertación, la responsabilidad es doblemente relevante porque, sin duda, su cometido incidirá en la elección parlamentaria.
El Editor

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