EL MERCURIO
Tribuna
Jueves 13 de Mayo de 2010
El gobierno de Sebastián Piñera
Marco Enríquez-Ominami
En la monarquía electiva chilena es evidente que el rey cuenta siempre con la mayoría de los ciudadanos en los primeros días de su gobierno. Así ocurrió con Carlos Ibáñez, Jorge Alessandri, Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende, Patricio Aylwin, Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet; todos ellos tuvieron más del 60% de apoyo popular —lo cual no obsta que algunos de estos presidentes hayan terminado con una seria pérdida del favor de los ciudadanos—. El caso del actual Presidente, Sebastián Piñera, constituye una anomalía por cuanto en menos de 30 días baja de 60% a 50% en la adhesión popular, y sube de 18% al 31%, en el rechazo, lo que equivale a una verdadera depreciación acelerada, un prematuro agotamiento de materiales, que antes el candidato Piñera Echenique endosaba a la Concertación.
Es absurdo atribuir sólo al terremoto del 27 de febrero tan súbita merma de simpatía y confianza de los encuestados. Terremotos han tenido casi todos los presidentes de la República: esto de que se nos mueve la tierra es tan cotidiano como trágico, por consiguiente, tendremos que analizar otros elementos para comprender esta depreciación acelerada. En primer lugar, la derecha chilena nunca ha sido capaz de mantener una mayoría que le permita gobernar democráticamente y tener éxito en su gestión: el gobierno de los gerentes –de Jorge Alessandri– fue un rotundo fracaso, y terminó aliado con el sector más conservador de los radicales, aquellos que andaban con “abrigos de piel de camello”; en segundo lugar, Sebastián Piñera ha constituido un equipo de gobierno en que la mayoría son empresarios y tienen pocos límites en la relación entre el dinero, la política y la ética —hay demasiados conflictos de interés—; en tercer lugar, la UDI y RN no están del todo insertos en el tejido social y, por lo demás, se sienten lejanos en un gobierno que el Presidente ha construido con puros alter egos.
Frente a esta situación de pérdida de popularidad, antes de la luna de miel de los cien días, el Presidente puede tomar dos caminos: primero, mantener la situación sin cambios, cayendo en la autocomplacencia propia del narcisismo o, luego, reformar, radicalmente, el equipo de gobierno. En toda crisis gubernativa surgen siempre profetas que anuncian la debacle que depara el futuro a los gobernantes que no deciden enmendar, oportunamente, el rumbo. En el gobierno de Eduardo Frei Montalva, a los seis meses emergieron los rebeldes, encabezados por Alberto Jerez, anunciando una crisis que, con el tiempo, llevó al quiebre de la Democracia Cristiana; hoy la Casandra de la derecha está representada por el vicepresidente de la Cámara de Diputados, Iván Moreira quien, anuncia la necesidad de un cambio de gabinete a fin de evitar el Apocalipsis del gobierno de la derecha y su posible proyección en el tiempo.
Nadie puede acusar a la oposición, que prácticamente está en el limbo, de haber ayudado a provocar esta depreciación acelerada. La pérdida del prestigio del gobierno de Piñera sólo es imputable a la “cuenta corriente” de Su Excelencia, quien se está arriesgando innecesariamente, producto de sus inconsecuencias y personalismos, como lo devela, muy claramente, el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña. Por lo demás, basta con saber muy poco de la historia de Chile para comprender que la derecha, por esencia, es incapaz de formar un gobierno multipartidario, pues siempre estará dominada por el individualismo y la dificultad para desarrollar una militancia democrática. Esta problemática se expresa, mucho más radicalmente, en la UDI, que no se siente representada en un gobierno gerencial y personalista.
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