sábado, 8 de mayo de 2010

EDITORIAL: NADA NUEVO BAJO EL SOL

NADA NUEVO BAJO EL SOL

Hasta ahora: Nada nuevo bajo el sol.

A 60 días, de la asunción del nuevo gobierno, cunde el desencanto.

Ha habido cambio: Claro que sí, los que se sentaban en los escaños de las veredas de enfrente, junto al trono, cruzaron el “charco” y tomaron asiento en los escaños de la vereda que enfrentaban, y viceversa: Cambiaron los patrones, pero no la casta. Es la nueva aristocracia que se asienta y fortalece, la del poder económico y político, donde mediante una enmarañada red de intereses y enlaces familiares que se entrecruzan, los cargos se heredan, la sangre se eterniza y los apellidos envejecen.

De las promesas del pasado, siguen siendo sólo eso; promesas del pasado que, junto a las agonizantes buenas intenciones de cumplirlas, se baten en retirada, con la esperanza que el tiempo haga su parte y las sumerja en el olvido.

No se avizoran iniciativas pragmáticas en el combate contra la delincuencia, por ejemplo; tampoco las que tiendan a cumplir con el sueldo para las dueñas de cada, sin considerar estrato social de procedencia; menos aún el compromiso de saldar la deuda histórica con los profesores y el término del 7 % para los jubilados y mayores de 65 años; y que decir de aquella multitud de adultos mayores sin derecho a pensionarse, abandonados a un dramático destino por la ausencia de una legislación que lo previera, situación que no se vislumbra que alguien quiera corregir. Todo se reduce a aumentar artificialmente los impuestos que, según se argumenta, le permitirá al Estado disponer de mayores medios, a la par de fomentar la inversión, pero que no disminuirá la carga de los más desposeídos: Suben el transantiago, la bencina y los cigarrillos, como ejemplo, que no inciden en el presupuesto de los poderosos, pero sí en el de los que menos tienen, sin compensaciones para los últimos.

Cambio, también, hubo de rostros: Los ajados, por el transcurso de los años y el peso de la experiencia, dieron paso, en algunos casos, a rostros juveniles y lozanos avalados por la excelencia, teórica, de extensos pergaminos que, por otra parte, no garantizan la existencia de una praxis política beneficiosa, ni cualidades especiales que permitan confiar en lo acertado de sus iniciativas – si las hubieren -, y en la toma de decisiones: Mucho ruido y pocas nueces.

La ausencia de iniciativas y voluntad, y la falta de imaginación y sentido común para elaborar proyectos, que no sólo se reduzcan a crear comisiones estériles y al consabido juego con los tributos, y que no impliquen que, a la larga y mediante cualquier artilugio, finalmente sean la clase media y los más pobres los que asuman los costos, es dramática: Nada nuevo bajo el sol.

El Editor

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