martes, 4 de mayo de 2010

EDITORIAL: EL REGIONALISMO, ALGO POLÍTICAMENTE DISTINTO

REGIONALISMO, ALGO POLÍTICAMENTE DISTINTO.

No se puede negar que desde la irrupción del PRI con su proyecto en el escenario político nacional, y su explosivo e inesperado éxito en las elecciones municipales de octubre de 2008, todos los partidos políticos comenzaron a incorporar a sus programas las propuestas regionalistas con una clara intención meramente electoral, ya que no hubo el cambio necesario que demostrara con pragmatismo y voluntad la intencionalidad de las estructuras partidarias que sustentaran las propuestas descentralizadores, de cambio real y de democratización partidaria. Todo fue y ha continuado siendo letra muerta, incluso el propio PRI perdió su coherencia, consecuencia y credibilidad con la cuestionada asunción a la presidencia de la colectividad de Adolfo Zaldívar quién, en poco tiempo, destruyó el proyecto regionalista al imponer una política personalista, autoritaria y centralista, cuyo primer síntoma fue el rotundo fracaso experimentado en las presidenciales y parlamentarias de diciembre de 2010 bajo su errática dirección, donde los candidatos, expresa, personal y públicamente respaldados por el propio Adolfo Zaldívar, obtuvieron tan exigua y vergonzosa votación que es fácil asumir que fue la expresión del rechazo a su persona, a su política y a sus métodos diametralmente opuestos a lo que promueve el regionalismo.

El regionalismo sigue plenamente vigente y siendo, por tanto, un proyecto que básicamente se distingue de la política tradicional por su pragmatismo y su praxis democrática en oposición a la teoría y a la retórica de los partidos tradicionales, y por su doctrina que promueve una actitud proactiva, participativa y de respeto por la naturaleza, cultura, costumbres y pasado de las regiones, lazos primordiales que conforman el patrimonio integral de cada una de ellas, fundamentales en su construcción social y en su inserción en el devenir nacional - político, económico y administrativo -, en igualdad de derechos y deberes.

El Editor

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