miércoles, 5 de mayo de 2010

BOOMERANG

Publicado el 15 de abril de 2010 por el diario electrónico POLÍTICA ROCK (http://politicarock.cl)

POLÍTICA ROCK

http://politicarock.cl

(15.Abril.2010)

Adolfo Zaldívar: De víctima DC a dictador PRI

Por Christopher Torres


Mucha agua ha pasado bajo el puente para Adolfo Zaldívar. Hace unos años, él era la pobre víctima de la “dictadura partidaria” que, según decía, vivía la Democracia Cristiana bajo el mando de Soledad Alvear, su archienemiga. Después de todo un show mediático que partió por su oposición al financiamiento del Transantiago y sus críticas a la Concertación, Zaldívar se hizo expulsar de su partido para quedar como mártir en vez de renunciar con toda su gente. De hecho, si hacemos memoria, sus desavenencias con la Concertación tienen una larga data, desde que él propuso que la DC sólo se aliara con el Partido Radical y los partidos chicos de derecha opositores a Pinochet, excluyendo al PS y al PPD en los días del Plebiscito y de la elección de Patricio Aylwin.

¿Recuerdan a Adolfo y su "nuevo referente"?

Después de todo el faranduleo post expulsión DC, se especuló sobre si crearía o no un partido político. Pero seguramente pensó “¿para qué crear un partido cuando podría tomarme uno chico?”. Vio un partido pequeño de corte regionalista, el PRI, y desembarcó en él junto a toda su comitiva de seguidores de la DC que, cual apóstoles siguiendo al Maestro, renunciaron masivamente para hacer causa común con él.

Con el tiempo, Zaldívar y sus “colorines” se hicieron con el poder del PRI. Tomaron la mesa directiva, trajeron nuevos militantes afines a su causa y el partido pasó a ser así la tienda política de Adolfo, obteniendo un no despreciable 7% de votación en las pasadas elecciones municipales. Todo esto parecía augurar un buen futuro para el partido. También se especuló que Zaldívar se presentaría a las presidenciales, aspirando a un buen tercer lugar y desplazando al voto tradicional de la izquierda (léase PC), que siempre fluctúa entre un 5 y un 7%.

Pero llega el 2009 y las noticias no son tan buenas. Aparece Marco Enríquez Ominami, y éste logra justamente lo que Adolfo, Flores y Schaulsohn jamás pudieron conseguir: capitalizar el descontento producido por las malas prácticas de los partidos de la Concertación y convertirlo en respaldo político duro. Las encuestas le dan a Adolfo un triste 1% que no se condice en nada con lo obtenido el año anterior. Entonces sus ansiados sueños por llegar a La Moneda y ganar donde su hermano Andrés perdió ante Ricardo Lagos se van al tacho de la basura. No se inscribe como candidato y se baja de la presidencial llamando a la “libertad de acción” para sus seguidores del PRI. O sea, “apoyen a Piñera o a Frei, da igual”. Ahora, eso lo aprovechan algunos de sus colaboradores para llamar a votar por Eduardo Frei en la segunda vuelta: gente como Jaime Mulet, Pedro Araya o Luis Lemus adhieren y piden el voto para el candidato de la Concertación. Mientras, Adolfo se queda callado y se pone más ambiguo que comentarista de farándula al ser consultado sobre por quién votará. Critica a Piñera en varios flancos, aunque igual lo apoya pero para callado.

Gana Piñera, y Adolfo logra que el PRI se convierta en socio de la derecha sin integrarse formalmente a la Coalición por el Cambio. Hay que mantener las apariencias, claro. De ese modo logra que la presidencia de la Cámara pase a manos de Alejandra Sepúlveda con votos UDI y RN, quien ya estaba despechada con la Concertación por el ninguneo de Juan Carlos Latorre. Y además logra poner en jaque a la Concertación anunciando un pacto entre la UDI, RN, el PRI y los radicales. En palabras de Borat, “Great success!”.

Luego vendría una entrevista en El Mercurio donde además de descartar que Piñera lo considere para ser Presidente de BancoEstado, se despacha una petición especial al Congreso: que se le entreguen facultades extraordinarias a Piñera por la catástrofe del 27-F. Pero no sólo le bastaría con eso, porque en una clásica muestra de lo que en política se conoce como “pasada de cuentas”, Zaldivar, como Presidente del PRI, manda a Tribunal Supremo a su partner Jaime Mulet y a su novel diputado Luis Lemus por haber apoyado a Frei en la segunda vuelta. ¿Resultado? Ambos personeros expulsados de su partido.

Seguramente, cuando Adolfo decidió hacer esto ya se había olvidado de lo que fue el inicio de su “revival” político. Mal que mal, le llovieron entrevistas, cuñas y cobertura periodística por hacerse la víctima en su ex partido y llorar porque lo trataban mal en la DC. Su capital político era el ser un “díscolo”, pero como con casi todos los díscolos, la fama terminó siendo corta y pasajera.

Ya no puede andar intentando salir en la TV criticando a la Concertación por sus malas prácticas (ojo que yo también las critico), en la medida que las replica en su propio partido. En pocas palabras: su credibilidad política, si antes era baja, ahora es casi inexistente. Así que los futuros díscolos tienen una lección importante que aprender: si quieren ser creíbles, no repliquen lo que tanto critican, porque al final toda acción en política puede convertirse en un BOOMERANG.



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