PARTIDO ÚNICO O FEDERADO.
Si queremos tener presencia nacional y ser dueños de nuestro propio destino, el período que se vive es el oportuno para abogar por la unidad regionalista deponiendo con patriotismo la intransigencia para superar las sutilezas que nos dividen. Pero, para ello, es de fundamental importancia definir la IDENTIDAD y la DOCTRINA REGIONALISTA, de manera de impedir que los partidos tradicionales, caracterizados por un centralismo cupular y autoritario, asuman propuestas propias del regionalismo con fines electorales coyunturales, arrogándose una representación que no tienen y que no hemos delegado.
La unidad regionalista, bajo cualquier forma, sea mediante un partido único o federado, con identidad y doctrina propia como característica común, es el camino para fortalecernos hasta llegar, con realismo pragmático, a representar la “tercera vía” como opción al duopolio político de las grandes coaliciones, donde se mezclan ideologías encontradas y contrapuestas con el único fin de alcanzar el poder por el poder, cuna del nepotismo, de las malas prácticas y de la corrupción en todas sus formas.
Considerando que el PRI conserva sólo el nombre de REGIONALISTA desde el momento en que el caudillo de los “colorines”, senador Adolfo Zaldívar, obedeciendo a un plan rigurosamente diseñado tomó el control de la colectividad mediante procedimientos ilegítimos avalados por el Tribunal Supremo, por los parlamentarios y por una corte de dirigentes serviles y zalameros, desde ese momento el PRI dejó de ser regionalista para transformarse en un partido instrumental al servicio de los intereses del “caudillo colorín” y de su entorno.
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