Nadie imaginó que su intención era bloquear al PRI.
EL ADOLFISMO SE DESGRANA
Según ha trascendido, la decisión que se conoce del Tribunal Supremo del PRI que expulsa al ex Presidente de la colectividad, Jaime Mulet Martínez, al Diputado Luis Lemus Aracena y a los dirigentes nacionales Domingo Arcos Méndez, Jaime Ahumada Robles, Julio Soto Martínez y Pamela Campos Pereira, ha generado una división al interior de dicho organismo que preside el ex Diputado Eduardo Díaz del Río, ya que dos de sus integrantes, Cristián Brito Gajardo y Rodrigo Vásquez Poblete, habrían redactado un fallo muy distinto y que favorecía a los injustamente inculpados, por lo que se excusaron de asistir para no ser parte de la confabulación urdida para deshacerse de los últimos regionalistas y “colorines” defraudados.
En todo caso cabe señalar que el Art. 24° de los Estatutos señala que el Tribunal Supremo estará compuesto de cuatro miembros y no de cinco, como ocurre en la actualidad.
Como consecuencia y sin duda, ha quedado claro, una vez más, que, contradiciendo al ex Presidente Ricardo Lagos, en Chile existen algunas instituciones que no funcionan, como es el caso de SERVEL en cuanto a las funciones que deben cumplir los Ministros de Fe designados por su Director, ya que éstos se limitan a observar sin intervenir o informar si los Estatutos o la Ley 18.603 se han cumplido íntegramente, como ocurrió en la elección del 7 de octubre de 2009 cuando fue elegido presidente del partido el entonces Senador Adolfo Zaldívar Larraín, violentando el requisito de antigüedad establecido en el art. 10° de los Estatutos y el art. 30° de la Ley 18.603
También, es menester señalar que la libertad de acción decretada por el Consejo General para la primera vuelta presidencial, y la de conciencia para la segunda, tuvo su origen en la declinación extemporánea a su postulación presidencial del Senador Adolfo Zaldívar, quién había sido proclamado el 29 de septiembre y bajó su postulación el última día -sólo dos semanas después-, el 14 de septiembre de 2009, bloqueando toda posibilidad del PRI para levantar otra candidatura. Es decir, fue el resultado de causa y efecto producto del incumplimiento del compromiso contraído por Adolfo Zaldívar, que dañó gravemente los intereses y el prestigio de la colectividad, traicionando la confianza que se había depositado en él.
Lo concreto es que el PRI ha dejado de ser una organización política representativa del regionalismo, y ha pasado a ser una mascarada democrática del “adolfismo” y de su cada vez más reducido entorno, caracterizado por un autoritarismo inicuo, sin participación y con marcado acento personalista y centralista.
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