EDITORIAL
Democratizar no es eximir a una sociedad de sus derechos y obligaciones. Democratizar es proporcionarle a la ciudadanía los canales adecuados de participación a la hora de la toma de decisiones.
Ayer fuimos contrario, pero hoy día consideramos imperioso financiar la política para democratizar a los partidos, de manera que permitan que todos, sin limitaciones, puedan acceder a los cargos de elección popular, y evitar así que sean solamente los poderes económico y político, a través de sus cúpulas y utilizando artimañas, legitimen decisiones arbitrarias como convocar a una primaria restringida a cierto territorio y con exclusión de algunos aspirantes a la presidencia, un proceder tan antidemocrático como el de imponer un candidato mediante acuerdos tomados entre cuatro paredes, en medio de invitaciones y cónclaves con caracteres de soborno.
Es, por lo tanto, de vital importancia legislar sobre la materia electoral introduciendo reformas sustanciales, globales y profundas en la ley que la rige, de tal forma que la transparencia y los mecanismos de participación ciudadana democraticen realmente el sistema, impidiendo que cargos de elección se transformen en propiedad personal eterna, en patrimonio familiar o queden subordinados a los intereses financieros de mecenas. Las medidas que se orientan sólo a los bienes materiales de los candidatos, al binominal o a las reelecciones indefinidas, son solamente parches aislados que no solucionan integralmente el fondo del problema de la exclusión y de una democracia condicionada en beneficio exclusivo de camarillas o de grupos de poder.
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