IMPACTANTE: CARTA DE HERNÁN BOSSELIN CORREA A RICARDO HORMAZÁBAL.
Santiago, 13 de Mayo de 2008.
Señor
Ricardo Hormazábal
Presente
Estimado Ricardo:
He leído varias veces y con mucha atención la carta que tuviste la amabilidad de enviarnos por correo electrónico, el 9 de Mayo, a las 12:47 horas. He meditado tus conceptos, apreciaciones y juicios.
Quiero responderte. Pero antes de comenzar, debo de reconocer que tu misiva es, en lo que a nosotros se refiere, de un gran contenido moral, ético y humanista, demuestras con tus palabras, muy sentidas, un verdadero aprecio, afecto y hermandad que me ha emocionado. Personalmente siempre he estimado que con tus actitudes representas los más altos valores de una convivencia sana y fraterna y lo que digo más adelante, respecto de tus erróneas apreciaciones sobre Adolfo, no modifica esta afirmación precedente.
La decisión mía y no impuesta por nadie de retirarme del Partido Formal, fue largamente madurada. No obedeció a ningún cálculo estratégico de oportunidad o de conveniencia política. No busco figuración especial de ninguna especie y no me encuentro luchando por proyectos personales ni míos, ni de otros.
Llegué al convencimiento, muy doloroso, que la estructura superior del Partido –tal vez sin proponérselo, pero guiados por la dinámica de los hechos mismos de las políticas públicas, financieras, laborales y sociales-, se habían desviado o apartado notablemente de nuestros principios y valores fundacionales, los de la Falange y los del Partido, en el año 1957. El Gobierno ha seguido una política que es únicamente la confirmación y ratificación, con algunas correcciones, que me apresuro a reconocer, del modelo económico, social y cultural que fue implantado a partir del 11 de Septiembre de 1973. Tal modelo, en sus pilares fundamentales –minería, AFP, Isapres, estructura de la educación, política económica y financiera-, se mantiene hasta el día de hoy. Es fuertemente concentrador, retarda el crecimiento económico y nos mantiene en el subdesarrollo, con una distribución de la riqueza que no solo es desigual, sino que incluso francamente abusiva. Es el modelo neoliberal de corte norteamericano, asumido por la dirigencia superior del Partido, por la Concertación y por los técnicos de Gobierno como un dogma inmodificable. Lo político no puede tocar lo económico, ni invadir dicho campo que se declara de propiedad de los técnicos formados en las escuelas económicas norteamericanas. Se podrán tocar alguna de sus piezas, se han hecho algunas rectificaciones, en políticas sociales y de subsidios, pero lo principal se ha mantenido.
Puse todos mis esfuerzos y energías y mucho entusiasmo en la organización del V Congreso. Sabía que teníamos al interior del Partido muchas discrepancias, me jugué entero por proposiciones orientadas a dar un golpe de timón, propuse verbalmente y en documentos presentados al Congreso de Octubre de 2007, incluso, la dictación de una nueva Constitución aprobada por una Asamblea Constituyente o por un Parlamento o Congreso elegido con dicho mandato, compartí todos los acuerdos finales de las diversas comisiones y participé en la elaboración del texto final. ¿Qué pasó?. Cuando entregamos los acuerdos del Congreso a la Mesa Directiva y al Consejo Nacional, como Comisión Organizadora, previamente, en nuestras propias oficinas, nos reunimos y firmamos el texto definitivo. Dichos acuerdos podría haberse comenzado ha aplicar: había que editarlos y difundirlos masivamente, llevarlos a las bases y encarnarlos.
Teníamos que determinar qué acuerdos podíamos cumplir desde ya y proponer sin necesidad de nuevas leyes, introduciendo modificaciones en políticas financieras, sociales, laborales, ambientales y culturales. En otras materias había que redactar Proyectos de Ley, sobre rubros que estaban fuera de la iniciativa exclusiva del Presidente de la República; en otras había que buscar el patrocinio del Gobierno y en materias muy importantes se hacía necesario proponer reformas constitucionales. Y para proyectar al Partido en su nueva orientación era necesario preparar un programa de Gobierno. Así lo propuse en reunión convocada por Soledad Alvear. No obstante no se siguió ese rumbo. Nuestros parlamentarios votaron en contra de acuerdos expresos del Congreso de Octubre de 2007, por ejemplo en la intervención de los bancos en materias previsionales. No se da continuidad, en la práctica a los acuerdos del Congreso y la dirección superior del Partido prefiere volcarse a preparar una precandidatura presidencial.
Ese no era el cambio que se quiso y expresó en el V Congreso. Al mismo tiempo llegué a la completa convicción que la Concertación, producto del tiempo, se había ido desviando de sus objetivos iniciales y se había transformado en un verdadero nuevo partido que succiona, absorbe y diluye las fundamentaciones nuestras y de los restantes partidos, para sustituirlas por una ideología que sólo demuestra una tremenda adicción por el poder. Las identidades propias se pierden y todo se homogeniza. Es la entropía que conduce a la muerte del organismo, lo ordenado, lo diferente, se desordena por un proceso muy intenso de igualación u homogenización política. Para mí estoy cierto que se camina directamente a la formalización de ese Partido de la Concertación. Observo un proceso peligroso: la gran mayoría de los dirigentes superiores del Partido son funcionarios públicos o municipales –no me estoy refiriendo a los cargos de Ministros, Subsecretarios o Jefes de Servicio-, que difícilmente pueden dar espacio para que el Partido pueda intermediar entre la ciudadanía y el Estado mismo y no tienen, a mi juicio, suficiente independencia, siempre está presente el peligro del despido o la exoneración por el solo hecho de discrepar.
Un Partido de Gobierno, en sus direcciones superiores debe adoptar políticas preventivas y sus consejos políticos deben tener equilibrio y compensación y necesariamente incorporar a quienes laboramos en el sector privado y que constituimos la mayoría del país. Cuando no se da ese equilibrio, se desarrollan máquinas de poder que no tienen otra inteligencia que auto reproducirse. Hay una confusión de roles entre el Partido –su estructura superior-, la Concertación (su estructura superior) y los cargos de segundo nivel en el estado y en las municipalidades, cuando se desarrollan esos procesos los partidos se desnaturalizan, pierden sus objetivos, dejan de intermediar en la sociedad y por cierto se alejan del pueblo soberano, el que no se siente representado por las colectividades políticas. Ese es uno de los factores que ha disminuido manifiestamente la participación política y que ha llevado al descrédito de ésta y principalmente a los que aparecen como actores o partícipes en los roles políticos. Sin embargo, lo más grave es que comienzo a observar que todos aquellos procesos ya descritos y que son políticos y de estructuras políticas, amenazan en forma cierta nuestros valores y principios fundacionales. Sino se hacen cambios radicales y de fondo hoy, si el pueblo no ve que nosotros verdaderamente hemos comenzado a cambiar de actitudes dejarán de creer ya no sólo en las estructuras políticas partidarias, sino que en los principios y valores nuestros y los mismos perderán vida, vitalidad y vigencia en nuestra sociedad. Comienzo así a pensar en la necesidad de una política sana de rescate de esos valores y principios y pienso que es necesario, y hoy es la ocasión última que tenemos, de darle acogida en un movimiento moral, social, cultural y filosófico que encarne tales valores y vea la forma de traducir en realidad los acuerdos de nuestro Congreso de Octubre de 2007, comienzo ha hablar del Movimiento Social Cristiano para que se funde e identifique con los valores que dieron origen a la Falange y al Partido; que reconozca la poderoso herencia moral y política que nos legaron nuestros padres fundadores. Bernardo Leighton, Manuel Antonio Garretón, Radomiro Tomic, Eduardo Frei Montalva, Tomás Reyes, Ignacio Palma.
Leo una y otra vez a Bernardo Leighton, en su carta de respuesta a Horacio Walker, cuando se les acusaba de 841 votos que obtuvo el Frente Popular sobre la mayoría absoluta. Me convenzo que estamos viviendo contingencias históricas no iguales, pero con muchos aspectos similares. Debemos ver la mejor forma de expresar en el Chile de hoy el cristianismo, en su expresión política y social, sin confesionalismos de ninguna especie. Por ello concluyo que la operación de rescate se debe hacer a partir de todo aquello que construyeron nuestros fundadores que hablan del social cristianismo. Pienso que hay un cisma entre nosotros: la ortodoxia, lo esencial, la correcta interpretación de nuestros fundamentos se comienza a perder; prima el neoliberalismo, se deja la vitalidad del comunitarismo, comenzamos a adorar una sociedad individualista y materialista ¿Qué hacer? Algunos me dicen, esperemos Octubre, allí se derrumbará el Partido electoralmente y tendrá que asumir una nueva directiva; otros, me expresan esperemos la elección presidencial del próximo año y si el Partido no lleva candidatos, que es lo más probable, la catástrofe será profunda y podremos resucitar desde la cenizas. Todo ello dicho, por quienes sostienen lo expresado, con muy buenas intenciones, pero profundamente errados. Están equivocados, hay que reaccionar ahora, Chile merece mucho más que esos cálculos fríos. Hay que dar testimonio. Hay que desprenderse de los cargos y construir una nueva morada política, fraterna, sin rencores, odios ni mezquindades, que acoja a esos miles y miles de Demócratas Cristianos, honestos, honorables, cariñosos, de miles afectos que hoy ven asombrados como nuestras estructuras superiores nos conducen al desastre y ven sólo proyectos y eventos negativos, disputas personales, individualismos extremos, confrontaciones, conflictos y un lenguaje agresivo.
La práctica del acuerdo, del encuentro, del consenso y de las sanas negociaciones, después de escucharnos unos a otros, que tanto anhelé y busqué, no encontró acogida. Ví al Partido, en sus estructuras superiores, viviendo al margen de la realidad. El espíritu de misión y verdadera fraternidad allí no estaba presente. Vino la expulsión de Adolfo, pero antes, estimado Ricardo, me habían ofrecido desde la directiva, la ruptura pactada del Partido, en Mayo del 2007, aproximadamente, lo que significaba disolver la Democracia Cristiana, distribuir sus escasos bienes materiales, su militancia, Parlamentarios, Alcaldes y Concejales. Como no se aceptó la ruptura pactada, como no nos fuimos cuando reiteradamente en el Consejo Nacional, por el sólo hecho de discrepar de las políticas públicas del Transantiago y apoyar el voto en conciencia dado que veíamos afectado el núcleo esencial de derechos fundamentales de los santiaguinos, no aceptamos irnos y dijimos “no nos moverán”; se cambio la decisión política; y aquí está tu equivocación, no hay autoexpulsión, ni búsqueda del martirio, sino que únicamente una ruptura forzada, inducida por la Directiva Nacional.
Dentro de ese contexto se expulsa a Adolfo. No a través de un debido proceso, sino mediante un organismo que mayoritariamente está integrado por personas que trabajan o habían trabajado como secretarios de miembros de la directiva o de algunos consejeros nacionales y por funcionarios de confianza de la Presidenta de la República, cuyas políticas en el fondo motivaban la discrepancia de Adolfo. Ellos se debieron haber inhabilitado. Se los pedí por escrito, sin embargo, primero dictan el fallo y después proveen el escrito, diciendo que la causa ya está fallada, en circunstancias que el escrito había sido presentado antes y estaba fundado en los antecedentes que te estoy mencionando. Adolfo fue duro en sus respuestas, pero bien sabes tú que existe el derecho a la legítima defensa. Qué hubieras hecho tú, como ex Presidente del Partido, si por alguna causa que tú hubieras considerado injusta, algunas de las directivas posteriores hubiera suspendido tus derechos de militante y hubiera propuesto tu expulsión ¿Habrías felicitado a dicha Directiva? O ¿Habrías reaccionado con energía?, seguramente habrías respondido en los mismos términos como lo hizo Adolfo, porque eso es una reacción humana. Cuando en el Consejo Nacional, la Mesa Nacional anuncia la suspensión de Adolfo y comunica que solicitará al Tribunal su expulsión, yo había presentado, ignorando completamente tal resolución de la Mesa, una forma de solución que permitía constitucionalizar las relaciones de las bancadas de Senadores y Diputados con el Consejo Nacional, no fui comprendido, ni siquiera escuchado, operó una aplanadora.
Existía una ceguera completa, se rechaza mi propuesta, que era una proposición de paz, encuentro y concordia y sorpresivamente nos comunican la decisión de la Directiva de solicitar la expulsión, porque supuestamente habría celebrado un pacto con la derecha para votar en contra de una partida del Presupuesto de La Nación. Te ruego leas dicho documento suscrito por Adolfo y podrás ver que allí no hay pacto de ninguna especie, sino que incluso se contiene un ofrecimiento expreso de concurrir rápidamente a la aprobación de un proyecto de Ley, que de una vez por todas aborde legislativamente el tema del financiamiento del Transantiago. Donde querían ver un pacto o una alianza, no había tal. Se había perdido la capacidad de dialogo y se desarrolló una política de conflicto frontal ¡Que se vayan todos! exclamó por los medios de comunicación una destacada Consejera Nacional con la cual había trabajado en la organización del Congreso. Aquella noche, al salir del Consejo me dije a mi mismo y conversé con mis amigos y amigas: esto es una locura, están hundiendo al Partido, había un curso de acción claro orientado al desastre. Realmente lo que se quería, es que nos fuéramos todos rápidamente del Partido. Jaime Ravinet y Gutenberg Martínez, en la última reunión que tuve con ellos, antes de ese Consejo Nacional, cuando ellos indudablemente conocían la resolución de la directiva de expulsar a Adolfo –lo que por cierto no me comunicaron-, me expresaron que “la pérdida hay que hacerla ahora”, como si se tratara de una operación simplemente contable. Después de la expulsión de Adolfo esperé, esperé y esperé. Tenía esperanza en un cambio efectivo de actitud de la Mesa Directiva y de la mayoría del Consejo Nacional, pensaba que se iba a hacer todo lo posible para que los Diputados no renunciaran. Asistí al Consejo, previo a la renuncia de los Diputados y la mayoría del Consejo dijo: ¡Que se vayan!, ¡No hay que hacer gestiones de ninguna especie para que se queden!. Siento que el aire se hace irrespirable, son vientos de irracionalidad, de guerra y no de lógica ni de paz.
Perdona Ricardo las meditaciones precedentes. Para mí ha sido difícil, cuando se toma la resolución de dejar el Partido formal e irse a construirse un Movimiento Social Cristiano se tienen sentimientos encontrados, se sufre, duele el alma y el corazón, me siento hasta la médula de los huesos Demócrata Cristiano, sus principios y valores, el cristianismo social, sus sueños, sus realizaciones, sus enseñanzas, los honores que recibí, los tengo incorporados mi ser, todo lo recibido lo agradezco, me voy porque mi conciencia me decía, lucha por tus principios y valores, por las cosas en las cuales siempre has creído, no desmayes. De la pena y el dolor vuelve a renacer la esperanza. Continuaré luchando por los valores eternos.
Para mantener el diálogo, no te quiero formular ningún reproche por los duros e injustos juicios condenatorios que emites sobre Adolfo. Sin embargo, creo conveniente expresarte y tú estarás de acuerdo que la fraternidad significa ser fraternos con todos, y no solo con algunos. No hay que descalificar ni suponer maléficas intensiones en nadie. Se pueden juzgar conductas, cuando ellas existan, pero no se pueden juzgar personas, porque ello afecta su dignidad. Todas las personas tienen dignidad y hay que respetarlas. Nuestras opiniones pueden ser a veces duras, pero nunca debemos referirnos a una persona como tú lo haces respecto de Adolfo. El es un creyente, cristiano y humanista, al igual que tú, y como persona tiene los mismos defectos que todos nosotros. Ten la certeza y así estoy convencido que sus motivaciones esenciales son los valores y principios del social cristianismo y del humanismo cristiano. No tiene propósitos ocultos, inconfesables y tan egoístas como tú de algún modo le atribuyes. Igual que tú busca el bien común. Está en sintonía en los intereses de las grandes mayorías postergadas. Ricardo, no estoy detrás de ningún proyecto personal de nadie. Adolfo no es un autócrata, tus palabras han sido desmedidas. Es un demócrata. Yo soy demócrata y sólo queremos el bien del pueblo de Chile. Estas no son simples frases. Son juicios de valor, son una vida entera así vivida. Cuando se están jugando los últimos 15 minutos de este duro deporte que es la vida, siempre se vuelve la vista al punto de partida y uno no se embarca en cuestiones menores. Pronto a todos nos llegará el momento de partir de este mundo y sólo queremos legar a nuestros hijos, no riquezas materiales que, en definitiva corroen el alma sino la simple lección de una vida limpia, sana, digna y honesta, sin dobleces y engaños de ninguna especie; yo solo me inclino ante el Ser Supremo. Mis rodillas son firmes y mi espalda es dura. Creo que hoy hay que abrir caminos, en los lugares que sea posible, cuando las puertas interiores están herméticamente cerradas y quienes detentan el poder interior partidario no les gusta dialogar o solucionar las discrepancias, discutiendo, conversando, hay que buscar nuevos caminos, no hay otra alternativa, es la única forma que veo de realizar, en nuestro tiempo, nuestros valores y proyectos. Siento de algún modo que las reacciones que ha tenido la Mesa Directiva y algunos parlamentarios, como Hosain Sabag y Mariano Ruiz son erróneas. Han expresado públicamente que nos vamos a la derecha y así lo han dicho públicamente y mi respuesta es que hay que predicar y practicar. Si revisas las votaciones de ambos Senadores verás que preferentemente siempre han estado votando por las políticas de Gobierno que representan la ortodoxia neoliberal, de corte norteamericano.
Por otro lado, finalmente, es necesario recordar que de los 16 millones de chilenos y chilenas que vivimos en la actualidad, aproximadamente solo un 30% estaba vivo en 1973. Hay varias generaciones posteriores que no pueden continuar cargando con el trauma de la historia del pasado. Sí nosotros debemos hacernos un auto análisis y una reflexión profunda sobre los hechos de aquel entonces. Los mismos que dijeron que no había dejar pasar ni una a Salvador Allende y que redactaron el acuerdo de agosto de 1973 de la Cámara de Diputados, que fue uno de los elementos que históricamente permitieron avalar el golpe de estado, aparecieron el año pasado sosteniendo que respecto de nuestros problemas internos se debía proceder con energía y expulsar a Adolfo. No imputo responsabilidades por los hechos del pasado. Será la historia la que juzgará, como de igual modo juzgará lo que estamos haciendo nosotros ahora. Mariano ha dicho a través de la radio y así lo escuché que ojalá nos vaya mal. Yo por el contrario le deseo que le vaya bien. Porque si a todos nos va bien, gana Chile, gana el pueblo de Chile, si deseamos el mal para los otros y que les vaya mal, pierde Chile y su pueblo; ¿No crees que es más cristiana y fraterna que la otra?. ¿Porqué me desean al mal?, ¿Porqué desean que me vaya mal?
En definitiva, a los que quedan en el partido formal, mi afecto. Para nadie rencor. Si he sido duro en mis juicios, ha sido porque así deben decirse las cosas en momentos de crisis y cuando se cree estar en la ruta correcta. Siempre guardaré buenos recuerdos de todos mis camaradas, incluso de aquellos que únicamente han supuestos intenciones y bajos propósitos en nuestra resolución de retiro y renuncia, completamente infundados. Creo que la sed política para los medios de comunicación y sólo para ellos, se traduce en desencuentros y se terminan haciendo afirmaciones verbales que en el fondo son simples agresiones. ¡Por favor, pídeles a los miembros de la directiva que usen otro lenguaje! ¡No somos enemigos!, y menos estamos en guerra, respetémonos como personas,
Gracias Ricardo por tu carta, la amistad y el afecto y el espíritu de verdadera camaradería siempre permanecerá. Te ruego sí que no reiteres tus juicios sobre Adolfo, no son fraternos, no están dentro de la línea de amistad que tú has sostenido con él, no es necesario que en cada oportunidad cargues tus palabras en contra de él. Es preferible mantener un dialogo constructivo, leal, muy franco, pero recíprocamente respetuoso. La Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica ha reclamado un cambio en nuestro lenguaje, hagamos un esfuerzo.
Se despide fraternalmente, tu amigo,
Hernán Bosselin Correa
Señor
Ricardo Hormazábal
Presente
Estimado Ricardo:
He leído varias veces y con mucha atención la carta que tuviste la amabilidad de enviarnos por correo electrónico, el 9 de Mayo, a las 12:47 horas. He meditado tus conceptos, apreciaciones y juicios.
Quiero responderte. Pero antes de comenzar, debo de reconocer que tu misiva es, en lo que a nosotros se refiere, de un gran contenido moral, ético y humanista, demuestras con tus palabras, muy sentidas, un verdadero aprecio, afecto y hermandad que me ha emocionado. Personalmente siempre he estimado que con tus actitudes representas los más altos valores de una convivencia sana y fraterna y lo que digo más adelante, respecto de tus erróneas apreciaciones sobre Adolfo, no modifica esta afirmación precedente.
La decisión mía y no impuesta por nadie de retirarme del Partido Formal, fue largamente madurada. No obedeció a ningún cálculo estratégico de oportunidad o de conveniencia política. No busco figuración especial de ninguna especie y no me encuentro luchando por proyectos personales ni míos, ni de otros.
Llegué al convencimiento, muy doloroso, que la estructura superior del Partido –tal vez sin proponérselo, pero guiados por la dinámica de los hechos mismos de las políticas públicas, financieras, laborales y sociales-, se habían desviado o apartado notablemente de nuestros principios y valores fundacionales, los de la Falange y los del Partido, en el año 1957. El Gobierno ha seguido una política que es únicamente la confirmación y ratificación, con algunas correcciones, que me apresuro a reconocer, del modelo económico, social y cultural que fue implantado a partir del 11 de Septiembre de 1973. Tal modelo, en sus pilares fundamentales –minería, AFP, Isapres, estructura de la educación, política económica y financiera-, se mantiene hasta el día de hoy. Es fuertemente concentrador, retarda el crecimiento económico y nos mantiene en el subdesarrollo, con una distribución de la riqueza que no solo es desigual, sino que incluso francamente abusiva. Es el modelo neoliberal de corte norteamericano, asumido por la dirigencia superior del Partido, por la Concertación y por los técnicos de Gobierno como un dogma inmodificable. Lo político no puede tocar lo económico, ni invadir dicho campo que se declara de propiedad de los técnicos formados en las escuelas económicas norteamericanas. Se podrán tocar alguna de sus piezas, se han hecho algunas rectificaciones, en políticas sociales y de subsidios, pero lo principal se ha mantenido.
Puse todos mis esfuerzos y energías y mucho entusiasmo en la organización del V Congreso. Sabía que teníamos al interior del Partido muchas discrepancias, me jugué entero por proposiciones orientadas a dar un golpe de timón, propuse verbalmente y en documentos presentados al Congreso de Octubre de 2007, incluso, la dictación de una nueva Constitución aprobada por una Asamblea Constituyente o por un Parlamento o Congreso elegido con dicho mandato, compartí todos los acuerdos finales de las diversas comisiones y participé en la elaboración del texto final. ¿Qué pasó?. Cuando entregamos los acuerdos del Congreso a la Mesa Directiva y al Consejo Nacional, como Comisión Organizadora, previamente, en nuestras propias oficinas, nos reunimos y firmamos el texto definitivo. Dichos acuerdos podría haberse comenzado ha aplicar: había que editarlos y difundirlos masivamente, llevarlos a las bases y encarnarlos.
Teníamos que determinar qué acuerdos podíamos cumplir desde ya y proponer sin necesidad de nuevas leyes, introduciendo modificaciones en políticas financieras, sociales, laborales, ambientales y culturales. En otras materias había que redactar Proyectos de Ley, sobre rubros que estaban fuera de la iniciativa exclusiva del Presidente de la República; en otras había que buscar el patrocinio del Gobierno y en materias muy importantes se hacía necesario proponer reformas constitucionales. Y para proyectar al Partido en su nueva orientación era necesario preparar un programa de Gobierno. Así lo propuse en reunión convocada por Soledad Alvear. No obstante no se siguió ese rumbo. Nuestros parlamentarios votaron en contra de acuerdos expresos del Congreso de Octubre de 2007, por ejemplo en la intervención de los bancos en materias previsionales. No se da continuidad, en la práctica a los acuerdos del Congreso y la dirección superior del Partido prefiere volcarse a preparar una precandidatura presidencial.
Ese no era el cambio que se quiso y expresó en el V Congreso. Al mismo tiempo llegué a la completa convicción que la Concertación, producto del tiempo, se había ido desviando de sus objetivos iniciales y se había transformado en un verdadero nuevo partido que succiona, absorbe y diluye las fundamentaciones nuestras y de los restantes partidos, para sustituirlas por una ideología que sólo demuestra una tremenda adicción por el poder. Las identidades propias se pierden y todo se homogeniza. Es la entropía que conduce a la muerte del organismo, lo ordenado, lo diferente, se desordena por un proceso muy intenso de igualación u homogenización política. Para mí estoy cierto que se camina directamente a la formalización de ese Partido de la Concertación. Observo un proceso peligroso: la gran mayoría de los dirigentes superiores del Partido son funcionarios públicos o municipales –no me estoy refiriendo a los cargos de Ministros, Subsecretarios o Jefes de Servicio-, que difícilmente pueden dar espacio para que el Partido pueda intermediar entre la ciudadanía y el Estado mismo y no tienen, a mi juicio, suficiente independencia, siempre está presente el peligro del despido o la exoneración por el solo hecho de discrepar.
Un Partido de Gobierno, en sus direcciones superiores debe adoptar políticas preventivas y sus consejos políticos deben tener equilibrio y compensación y necesariamente incorporar a quienes laboramos en el sector privado y que constituimos la mayoría del país. Cuando no se da ese equilibrio, se desarrollan máquinas de poder que no tienen otra inteligencia que auto reproducirse. Hay una confusión de roles entre el Partido –su estructura superior-, la Concertación (su estructura superior) y los cargos de segundo nivel en el estado y en las municipalidades, cuando se desarrollan esos procesos los partidos se desnaturalizan, pierden sus objetivos, dejan de intermediar en la sociedad y por cierto se alejan del pueblo soberano, el que no se siente representado por las colectividades políticas. Ese es uno de los factores que ha disminuido manifiestamente la participación política y que ha llevado al descrédito de ésta y principalmente a los que aparecen como actores o partícipes en los roles políticos. Sin embargo, lo más grave es que comienzo a observar que todos aquellos procesos ya descritos y que son políticos y de estructuras políticas, amenazan en forma cierta nuestros valores y principios fundacionales. Sino se hacen cambios radicales y de fondo hoy, si el pueblo no ve que nosotros verdaderamente hemos comenzado a cambiar de actitudes dejarán de creer ya no sólo en las estructuras políticas partidarias, sino que en los principios y valores nuestros y los mismos perderán vida, vitalidad y vigencia en nuestra sociedad. Comienzo así a pensar en la necesidad de una política sana de rescate de esos valores y principios y pienso que es necesario, y hoy es la ocasión última que tenemos, de darle acogida en un movimiento moral, social, cultural y filosófico que encarne tales valores y vea la forma de traducir en realidad los acuerdos de nuestro Congreso de Octubre de 2007, comienzo ha hablar del Movimiento Social Cristiano para que se funde e identifique con los valores que dieron origen a la Falange y al Partido; que reconozca la poderoso herencia moral y política que nos legaron nuestros padres fundadores. Bernardo Leighton, Manuel Antonio Garretón, Radomiro Tomic, Eduardo Frei Montalva, Tomás Reyes, Ignacio Palma.
Leo una y otra vez a Bernardo Leighton, en su carta de respuesta a Horacio Walker, cuando se les acusaba de 841 votos que obtuvo el Frente Popular sobre la mayoría absoluta. Me convenzo que estamos viviendo contingencias históricas no iguales, pero con muchos aspectos similares. Debemos ver la mejor forma de expresar en el Chile de hoy el cristianismo, en su expresión política y social, sin confesionalismos de ninguna especie. Por ello concluyo que la operación de rescate se debe hacer a partir de todo aquello que construyeron nuestros fundadores que hablan del social cristianismo. Pienso que hay un cisma entre nosotros: la ortodoxia, lo esencial, la correcta interpretación de nuestros fundamentos se comienza a perder; prima el neoliberalismo, se deja la vitalidad del comunitarismo, comenzamos a adorar una sociedad individualista y materialista ¿Qué hacer? Algunos me dicen, esperemos Octubre, allí se derrumbará el Partido electoralmente y tendrá que asumir una nueva directiva; otros, me expresan esperemos la elección presidencial del próximo año y si el Partido no lleva candidatos, que es lo más probable, la catástrofe será profunda y podremos resucitar desde la cenizas. Todo ello dicho, por quienes sostienen lo expresado, con muy buenas intenciones, pero profundamente errados. Están equivocados, hay que reaccionar ahora, Chile merece mucho más que esos cálculos fríos. Hay que dar testimonio. Hay que desprenderse de los cargos y construir una nueva morada política, fraterna, sin rencores, odios ni mezquindades, que acoja a esos miles y miles de Demócratas Cristianos, honestos, honorables, cariñosos, de miles afectos que hoy ven asombrados como nuestras estructuras superiores nos conducen al desastre y ven sólo proyectos y eventos negativos, disputas personales, individualismos extremos, confrontaciones, conflictos y un lenguaje agresivo.
La práctica del acuerdo, del encuentro, del consenso y de las sanas negociaciones, después de escucharnos unos a otros, que tanto anhelé y busqué, no encontró acogida. Ví al Partido, en sus estructuras superiores, viviendo al margen de la realidad. El espíritu de misión y verdadera fraternidad allí no estaba presente. Vino la expulsión de Adolfo, pero antes, estimado Ricardo, me habían ofrecido desde la directiva, la ruptura pactada del Partido, en Mayo del 2007, aproximadamente, lo que significaba disolver la Democracia Cristiana, distribuir sus escasos bienes materiales, su militancia, Parlamentarios, Alcaldes y Concejales. Como no se aceptó la ruptura pactada, como no nos fuimos cuando reiteradamente en el Consejo Nacional, por el sólo hecho de discrepar de las políticas públicas del Transantiago y apoyar el voto en conciencia dado que veíamos afectado el núcleo esencial de derechos fundamentales de los santiaguinos, no aceptamos irnos y dijimos “no nos moverán”; se cambio la decisión política; y aquí está tu equivocación, no hay autoexpulsión, ni búsqueda del martirio, sino que únicamente una ruptura forzada, inducida por la Directiva Nacional.
Dentro de ese contexto se expulsa a Adolfo. No a través de un debido proceso, sino mediante un organismo que mayoritariamente está integrado por personas que trabajan o habían trabajado como secretarios de miembros de la directiva o de algunos consejeros nacionales y por funcionarios de confianza de la Presidenta de la República, cuyas políticas en el fondo motivaban la discrepancia de Adolfo. Ellos se debieron haber inhabilitado. Se los pedí por escrito, sin embargo, primero dictan el fallo y después proveen el escrito, diciendo que la causa ya está fallada, en circunstancias que el escrito había sido presentado antes y estaba fundado en los antecedentes que te estoy mencionando. Adolfo fue duro en sus respuestas, pero bien sabes tú que existe el derecho a la legítima defensa. Qué hubieras hecho tú, como ex Presidente del Partido, si por alguna causa que tú hubieras considerado injusta, algunas de las directivas posteriores hubiera suspendido tus derechos de militante y hubiera propuesto tu expulsión ¿Habrías felicitado a dicha Directiva? O ¿Habrías reaccionado con energía?, seguramente habrías respondido en los mismos términos como lo hizo Adolfo, porque eso es una reacción humana. Cuando en el Consejo Nacional, la Mesa Nacional anuncia la suspensión de Adolfo y comunica que solicitará al Tribunal su expulsión, yo había presentado, ignorando completamente tal resolución de la Mesa, una forma de solución que permitía constitucionalizar las relaciones de las bancadas de Senadores y Diputados con el Consejo Nacional, no fui comprendido, ni siquiera escuchado, operó una aplanadora.
Existía una ceguera completa, se rechaza mi propuesta, que era una proposición de paz, encuentro y concordia y sorpresivamente nos comunican la decisión de la Directiva de solicitar la expulsión, porque supuestamente habría celebrado un pacto con la derecha para votar en contra de una partida del Presupuesto de La Nación. Te ruego leas dicho documento suscrito por Adolfo y podrás ver que allí no hay pacto de ninguna especie, sino que incluso se contiene un ofrecimiento expreso de concurrir rápidamente a la aprobación de un proyecto de Ley, que de una vez por todas aborde legislativamente el tema del financiamiento del Transantiago. Donde querían ver un pacto o una alianza, no había tal. Se había perdido la capacidad de dialogo y se desarrolló una política de conflicto frontal ¡Que se vayan todos! exclamó por los medios de comunicación una destacada Consejera Nacional con la cual había trabajado en la organización del Congreso. Aquella noche, al salir del Consejo me dije a mi mismo y conversé con mis amigos y amigas: esto es una locura, están hundiendo al Partido, había un curso de acción claro orientado al desastre. Realmente lo que se quería, es que nos fuéramos todos rápidamente del Partido. Jaime Ravinet y Gutenberg Martínez, en la última reunión que tuve con ellos, antes de ese Consejo Nacional, cuando ellos indudablemente conocían la resolución de la directiva de expulsar a Adolfo –lo que por cierto no me comunicaron-, me expresaron que “la pérdida hay que hacerla ahora”, como si se tratara de una operación simplemente contable. Después de la expulsión de Adolfo esperé, esperé y esperé. Tenía esperanza en un cambio efectivo de actitud de la Mesa Directiva y de la mayoría del Consejo Nacional, pensaba que se iba a hacer todo lo posible para que los Diputados no renunciaran. Asistí al Consejo, previo a la renuncia de los Diputados y la mayoría del Consejo dijo: ¡Que se vayan!, ¡No hay que hacer gestiones de ninguna especie para que se queden!. Siento que el aire se hace irrespirable, son vientos de irracionalidad, de guerra y no de lógica ni de paz.
Perdona Ricardo las meditaciones precedentes. Para mí ha sido difícil, cuando se toma la resolución de dejar el Partido formal e irse a construirse un Movimiento Social Cristiano se tienen sentimientos encontrados, se sufre, duele el alma y el corazón, me siento hasta la médula de los huesos Demócrata Cristiano, sus principios y valores, el cristianismo social, sus sueños, sus realizaciones, sus enseñanzas, los honores que recibí, los tengo incorporados mi ser, todo lo recibido lo agradezco, me voy porque mi conciencia me decía, lucha por tus principios y valores, por las cosas en las cuales siempre has creído, no desmayes. De la pena y el dolor vuelve a renacer la esperanza. Continuaré luchando por los valores eternos.
Para mantener el diálogo, no te quiero formular ningún reproche por los duros e injustos juicios condenatorios que emites sobre Adolfo. Sin embargo, creo conveniente expresarte y tú estarás de acuerdo que la fraternidad significa ser fraternos con todos, y no solo con algunos. No hay que descalificar ni suponer maléficas intensiones en nadie. Se pueden juzgar conductas, cuando ellas existan, pero no se pueden juzgar personas, porque ello afecta su dignidad. Todas las personas tienen dignidad y hay que respetarlas. Nuestras opiniones pueden ser a veces duras, pero nunca debemos referirnos a una persona como tú lo haces respecto de Adolfo. El es un creyente, cristiano y humanista, al igual que tú, y como persona tiene los mismos defectos que todos nosotros. Ten la certeza y así estoy convencido que sus motivaciones esenciales son los valores y principios del social cristianismo y del humanismo cristiano. No tiene propósitos ocultos, inconfesables y tan egoístas como tú de algún modo le atribuyes. Igual que tú busca el bien común. Está en sintonía en los intereses de las grandes mayorías postergadas. Ricardo, no estoy detrás de ningún proyecto personal de nadie. Adolfo no es un autócrata, tus palabras han sido desmedidas. Es un demócrata. Yo soy demócrata y sólo queremos el bien del pueblo de Chile. Estas no son simples frases. Son juicios de valor, son una vida entera así vivida. Cuando se están jugando los últimos 15 minutos de este duro deporte que es la vida, siempre se vuelve la vista al punto de partida y uno no se embarca en cuestiones menores. Pronto a todos nos llegará el momento de partir de este mundo y sólo queremos legar a nuestros hijos, no riquezas materiales que, en definitiva corroen el alma sino la simple lección de una vida limpia, sana, digna y honesta, sin dobleces y engaños de ninguna especie; yo solo me inclino ante el Ser Supremo. Mis rodillas son firmes y mi espalda es dura. Creo que hoy hay que abrir caminos, en los lugares que sea posible, cuando las puertas interiores están herméticamente cerradas y quienes detentan el poder interior partidario no les gusta dialogar o solucionar las discrepancias, discutiendo, conversando, hay que buscar nuevos caminos, no hay otra alternativa, es la única forma que veo de realizar, en nuestro tiempo, nuestros valores y proyectos. Siento de algún modo que las reacciones que ha tenido la Mesa Directiva y algunos parlamentarios, como Hosain Sabag y Mariano Ruiz son erróneas. Han expresado públicamente que nos vamos a la derecha y así lo han dicho públicamente y mi respuesta es que hay que predicar y practicar. Si revisas las votaciones de ambos Senadores verás que preferentemente siempre han estado votando por las políticas de Gobierno que representan la ortodoxia neoliberal, de corte norteamericano.
Por otro lado, finalmente, es necesario recordar que de los 16 millones de chilenos y chilenas que vivimos en la actualidad, aproximadamente solo un 30% estaba vivo en 1973. Hay varias generaciones posteriores que no pueden continuar cargando con el trauma de la historia del pasado. Sí nosotros debemos hacernos un auto análisis y una reflexión profunda sobre los hechos de aquel entonces. Los mismos que dijeron que no había dejar pasar ni una a Salvador Allende y que redactaron el acuerdo de agosto de 1973 de la Cámara de Diputados, que fue uno de los elementos que históricamente permitieron avalar el golpe de estado, aparecieron el año pasado sosteniendo que respecto de nuestros problemas internos se debía proceder con energía y expulsar a Adolfo. No imputo responsabilidades por los hechos del pasado. Será la historia la que juzgará, como de igual modo juzgará lo que estamos haciendo nosotros ahora. Mariano ha dicho a través de la radio y así lo escuché que ojalá nos vaya mal. Yo por el contrario le deseo que le vaya bien. Porque si a todos nos va bien, gana Chile, gana el pueblo de Chile, si deseamos el mal para los otros y que les vaya mal, pierde Chile y su pueblo; ¿No crees que es más cristiana y fraterna que la otra?. ¿Porqué me desean al mal?, ¿Porqué desean que me vaya mal?
En definitiva, a los que quedan en el partido formal, mi afecto. Para nadie rencor. Si he sido duro en mis juicios, ha sido porque así deben decirse las cosas en momentos de crisis y cuando se cree estar en la ruta correcta. Siempre guardaré buenos recuerdos de todos mis camaradas, incluso de aquellos que únicamente han supuestos intenciones y bajos propósitos en nuestra resolución de retiro y renuncia, completamente infundados. Creo que la sed política para los medios de comunicación y sólo para ellos, se traduce en desencuentros y se terminan haciendo afirmaciones verbales que en el fondo son simples agresiones. ¡Por favor, pídeles a los miembros de la directiva que usen otro lenguaje! ¡No somos enemigos!, y menos estamos en guerra, respetémonos como personas,
Gracias Ricardo por tu carta, la amistad y el afecto y el espíritu de verdadera camaradería siempre permanecerá. Te ruego sí que no reiteres tus juicios sobre Adolfo, no son fraternos, no están dentro de la línea de amistad que tú has sostenido con él, no es necesario que en cada oportunidad cargues tus palabras en contra de él. Es preferible mantener un dialogo constructivo, leal, muy franco, pero recíprocamente respetuoso. La Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica ha reclamado un cambio en nuestro lenguaje, hagamos un esfuerzo.
Se despide fraternalmente, tu amigo,
Hernán Bosselin Correa
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