La reciente encuesta Mori señala que el 48 % de la ciudadanía cree, sólo cree, que Piñera será el próximo Presidente de la República. Luego el estudio incluye una pregunta frente a las preferencias del electorado respecto a quién le gustaría que encabezara el próximo Gobierno, donde Piñera repite su primer lugar con un 36% de respaldo. En este ítem Lagos sube a un 12%, mientras que Insulza tiene un 5%, Alvear un 3% y Frei un 2%., lo que suma el 58 %. Es decir, el 36 % votaría por el candidato de la Alianza y el 22 % por el de la Concertación: ¿Y el 42 % restante? He ahí la incógnita aritmética a la que se suma la incógnita del tercer candidato o, mejor dicho, la nueva opción frente a la alternativa histórica de las dos coaliciones.
La intención de voto de Piñera no es ninguna novedad, pues corresponde al clásico tercio de la derecha, tercio que nunca, desde que existe la votación universal, ha podido superar.
Así como el candidato definitivo de la Concertación tendrá el respaldo político del gobierno y el de la Alianza tiene ya el de la derecha económica, lo que no es ningún misterio, es razonable, entonces, suponer que la incógnita que representa el tercer candidato tendrá, cuando surja, el del centro ciudadano, ese centro desprotegido y ajeno al poder económico y político.
El perfil de ese candidato, cuyo nombre aún no emerge, se caracterizará por su cercanía con la gente, por escuchar más que prometer y por promover un proyecto real de participación ciudadana.
Sin embargo, no se puede desconocer que la tarea del tercer candidato será titánica. Deberá enfrentar, sin medios económicos suficientes; lo que lo identificará con las clases media y la más desposeída; el poder de un intervencionismo electoral que ya se percibe, la gigantesca maquinaria económica que extiende sus tentáculos, la falta de cobertura por parte de los órganos de difusión al servicio del poder político y económico, la manipulación de las encuestas, los comentarios de cientistas políticos comprometidos y la ofensiva propagandística de un mercadeo político millonario que, por último, constituye una bofetada para todos los chilenos más modestos.
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